Dirijo un afectuoso saludo a los miembros del Cuerpo médico y de enfermería, así como a todos los que, de diverso modo, en los hospitales u otras instituciones, contribuyen al cuidado de los enfermos con competencia y generosidad. Quisiera también decir a todos los encargados de la acogida, a los camilleros y acompañantes que, de todas las diócesis de Francia y de más lejos aún, acompañan durante todo el año a los enfermos que vienen en peregrinación a Lourdes, que su servicio es precioso. Son el brazo de la Iglesia servidora. Deseo, en fin, animar a los que, en nombre de su fe, acogen y visitan a los enfermos, sobre todo en los hospitales, en las parroquias o, como aquí, en los santuarios. Que, como portadores de la misericordia de Dios (cf. Mt 25, 39-40), sientan en esta misión tan delicada e importante el apoyo efectivo y fraterno de sus comunidades. En este sentido, saludo de modo particular, y doy las gracias también, a mis hermanos en el Episcopado, los Obispos franceses, los Obispos de otros lugares y los sacerdotes, los cuales acompañan a los enfermos y a los hombres tocados por el sufrimiento en el mundo. Gracias por vuestro servicio al Señor que esta sufriendo.
El servicio de caridad que hacéis es un servicio mariano. María os confía su sonrisa para que os convirtáis vosotros mismos, fieles a su Hijo, en fuente de agua viva. Lo que hacéis, lo hacéis en nombre de la Iglesia, de la que María es la imagen más pura. ¡Que llevéis a todos su sonrisa! Homilia Papa Benedico Basílica de Nuestra Señora del Rosario, Lourdes
Lunes 15 de septiembre de 2008