¡ Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios ! quiero pasar mi vida escuchándoos, quiero hacerme dócil a vuestras enseñanzas, para aprenderlo todo de Vos. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero miraros siempre y permanecer bajo vuestra gran luz. ¡ Oh, Astro amado !, fascinadme para que no pueda ya salir de vuestra irradiación.
¡ Oh, Fuego consumidor, Espíritu de Amor, « descended a mí » para que se haga en mi alma como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad complementaria en la que renueve todo su Misterio. Y Vos, ¡ oh Padre Eterno !, inclinaos hacia vuestra pequeña criatura, « cubridla con vuestra sombra », no veáis en ella más que al « Amado en quien Vos habéis puesto todas vuestras complacencias ».
¡ Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo ! yo me entrego a Vos como una presa. Encerraos en mí para que yo me encierre en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.
21 de noviembre de 1904